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    Antiinflamatorio para hernia discal: por qué el mejor es el ejercicio físico

    Si tienes una hernia discal o una protusión y llevas meses con dolor, es normal que pienses en pastillas, infiltraciones o terapias para "bajar la inflamación". Pero, en el dolor crónico de espalda, el mejor "antiinflamatorio para hernia discal" no está en una farmacia, sino en un buen programa de ejercicio físico progresivo, que reduzca la rigidez, devuelva estabilidad a tu columna y te permita moverte sin miedo.

    ¿De verdad necesitas un antiinflamatorio para tu hernia discal?

    Cuando te dicen que tienes una hernia de disco, una protrusión discal o un pinzamiento, lo primero que suele aparecer es miedo. Te hacen una resonancia, ves el informe lleno de términos médicos y tu mente va directa a esta idea:

    "Tengo algo inflamado en la espalda. Necesito un buen antiinflamatorio."

    Y ahí empiezan las dudas:

    • ¿AINEs?
    • ¿Relajantes musculares?
    • ¿Infiltraciones de ozono o corticoides?
    • ¿Ondas cortas, ultrasonidos, radiofrecuencia?

    Antes de elegir ninguna opción, hay dos preguntas clave:

    • ¿Qué síntomas tienes exactamente?
    • ¿Cuánto tiempo llevas con dolor? ¿Menos o más de seis meses?

    Porque no es lo mismo un dolor agudo, reciente, que un dolor crónico que te acompaña desde hace meses. Y en ese segundo caso, el enfoque cambia por completo.

    Síntomas habituales de hernia discal y cuándo preocuparte

    Dolor local e irradiado

    Lo más común en una hernia discal o protusión es:

    • Dolor localizado en la zona donde está la lesión (lumbar, cervical, dorsal…).
    • Dolor que se irradia a lo largo del nervio afectado:
      • Hacia la pierna (como una ciática o una lumbalgia irradiada).
      • Hacia el brazo, si el problema está en la zona cervical.

    Ese dolor puede ser profundo, quemante o punzante, y variar según la postura y el movimiento.

    Hormigueos, adormecimiento y debilidad

    También pueden aparecer:

    • Hormigueos o sensación de adormecimiento en:
      • Pie o pierna.
      • Mano o brazo.
    • Debilidad en las extremidades, hasta el punto de que:
      • Se te cae un objeto de la mano.
      • Te cuesta mantenerte en pie o notas que la pierna “falla”.

    Signos muy graves (pero muy poco frecuentes)

    En casos muy, muy raros, puede aparecer pérdida de control de vejiga o intestinos. Son situaciones de urgencia.

    👉 Aun así, incluso cuando la hernia es real y visible en la resonancia, en el dolor crónico la causa principal del dolor no suele ser el disco en sí, sino la rigidez excesiva que genera tu cuerpo alrededor de la zona.

    Dolor agudo vs dolor crónico: la clave de los 6 meses

    Un punto fundamental del que casi nadie te habla:

    Dolor agudo:

    • Lleva menos de 6 meses.
    • Puede deberse en mayor medida a un tejido irritado o dañado.
    • Un fisioterapeuta puede ayudarte muchísimo en esta fase.

    Dolor crónico:

    • Lleva más de 6 meses acompañándote.
    • El tejido que se lesionó inicialmente ya ha tenido tiempo de recuperarse.
    • Lo que queda no es “el disco roto”, sino un sistema nervioso hiperprotector.

    En el dolor crónico, tu cerebro sobreprotege la zona:

    • Aumenta la rigidez muscular.
    • Te “bloquea” para que te muevas menos.
    • Dispara el dolor cada vez que intentas hacer algo que interpreta como peligroso.

    Por eso, seguir centrado solo en “bajar la inflamación” del tejido puede llevarte por el camino equivocado.

    Por qué el reposo y los fármacos pueden empeorar tu espalda

    La mayoría de recomendaciones estándar para la hernia discal suelen repetir lo mismo:

    • Reposo.
    • Antiinflamatorios y relajantes musculares.
    • Infiltraciones.
    • “Algo” de ejercicio físico al final.

    Vamos a ver qué problema tiene cada punto, especialmente cuando tu dolor ya es crónico.

    El problema del reposo prolongado

    Es verdad que un reposo corto puede aliviar un momento de dolor intenso. Pero la recomendación habitual de “reposo varios días” tiene un límite muy claro:

    • Más allá de 48 horas, el reposo empieza a provocar atrofia muscular.
    • Esa falta de musculatura aumenta la inestabilidad de la zona.
    • El cuerpo responde con más rigidez.

    ¿Resultado? Cada vez que te mueves, te duele más. En lugar de ayudarte, ese reposo prolongado se convierte en gasolina para el dolor.

    Por eso muchos especialistas recomiendan moverse incluso con algo de dolor, siempre con sentido común y sin gestos bruscos.

    Antiinflamatorios, analgésicos y relajantes musculares

    La combinación típica suele ser:

    • AINES (antiinflamatorios no esteroideos).
    • Analgésicos.
    • Relajantes musculares.

    En un episodio agudo, puntual, pueden tener su papel. Pero cuando el problema se alarga en el tiempo:

    • El relajante muscular debilita aún más una zona que ya está frágil.
    • Cuanta más debilidad, más rigidez protectora generará tu cuerpo.
    • Cuanta más rigidez, más dolor al moverte.

    Es decir: a medio y largo plazo, fiarlo todo a la pastilla puede ser contraproducente.

    ⚠️ Importante:

    Nunca modifiques ni suspendas un medicamento por tu cuenta. Cualquier cambio debe hacerse siempre con tu médico, explicándole cómo te sientes y cómo evolucionas.

    Infiltraciones: alivio rápido, problema a largo plazo

    Otro recurso muy habitual en hernias y protusiones son las infiltraciones:

    • De ozono.
    • De PRP.
    • De sustancias antiinflamatorias.

    El patrón es conocido:

    • Te infiltran.
    • Durante unos días o semanas parece que “no te duele nada”.
    • Vuelves a la vida normal pensando que estás completamente bien.
    • El efecto desaparece… y el dolor vuelve.

    Ahí suelen ocurrir dos cosas peligrosas:

    • Frustración mental: sientes que “ni siquiera la infiltración te ha servido” y que tu caso es gravísimo.
    • Más debilidad y más rigidez: al no haber trabajado la causa real (la inestabilidad y el miedo al movimiento), cuando el efecto pasa, el cuerpo está igual o peor.

    Además, se ha observado que un uso repetido de infiltraciones puede aumentar la degeneración del tejido y el riesgo de rotura, motivo por el que se suele recomendar no abusar de ellas.

    El verdadero “mejor antiinflamatorio”: el ejercicio bien pautado

    Llegamos a la pregunta del millón:

    “Entonces… ¿cuál es el mejor antiinflamatorio para una hernia discal?”

    En el contexto de dolor crónico de espalda, la respuesta es clara:

    El mejor antiinflamatorio es el ejercicio físico bien diseñado y progresivo.

    Cómo actúa el ejercicio sobre tu dolor

    • Fortalece la musculatura alrededor de tu columna.
    • Aumenta la estabilidad (lo que tu cuerpo está intentando conseguir con rigidez y dolor).
    • Mejora el rango de movimiento de cadera, columna y hombros.
    • Envía a tu cerebro el mensaje de que puedes moverte sin romperte. Si tienes dudas sobre si entrenar con hernia discal es peligroso, ese artículo te lo aclara.

    Con el tiempo:

    • Baja la rigidez defensiva.
    • Disminuye el dolor.
    • Te devuelve la capacidad de hacer vida normal sin vivir pendiente de tu espalda.

    Ejercicio y cerebro: menos miedo, menos rigidez

    Tu cerebro es como un guardián. Si percibe que tu columna está débil e inestable, subirá el volumen del dolor para que no te muevas.

    Cuando entrenas fuerza de forma adecuada:

    • Le demuestras que esa zona sí es capaz.
    • Cada repetición bien hecha es un mensaje de seguridad.
    • Cuanta más seguridad, menos necesidad de rigidez extrema.

    Por eso, en hernias con dolor crónico, el ejercicio no es un “complemento”: es la herramienta principal, el verdadero “medicamento” que ataca la causa de fondo.

    Ejercicios que debes evitar al principio (y cuándo introducirlos)

    Eso no significa que cualquier ejercicio valga desde el primer día. Hay movimientos que al principio pueden ser demasiado agresivos y otros que deben introducirse más adelante, cuando ya tengas una base de fuerza y control.

    Ejercicios con mucha carga vertical

    En fases iniciales suele ser mejor evitar:

    • Correr.
    • Sentadillas con mucha carga sobre la espalda.
    • Cualquier ejercicio que genere demasiada compresión vertical en la columna.

    Más adelante, con la técnica y progresión adecuadas, estas cargas moderadas pueden incluso mejorar la densidad del disco y la tolerancia de la columna. Pero no es el primer paso.

    Rotaciones y extensiones de columna

    Los giros bruscos y las extensiones profundas de columna pueden ser molestos al principio:

    • Se sienten inestables.
    • A veces disparan el dolor si la zona está muy rígida.

    Sin embargo, a medio plazo, las rotaciones controladas y las extensiones suaves son necesarias para que tu columna vuelva a ser fuerte y funcional. El objetivo no es prohibirlas para siempre, sino elegir bien el momento para introducirlas.

    Flexión + rotación de tronco: la combinación más delicada

    La combinación de:

    • Flexión de tronco hacia delante
    • Rotación

    es una de las más comprometidas cuando hay una hernia reciente.

    Por eso, se suele recomendar evitar este tipo de gestos hasta que:

    • Hayas superado fases previas de entrenamiento.
    • Tengas buena fuerza y estabilidad en la zona.
    • Domines otros movimientos sin dolor.

    No es un “nunca más”, es un “todavía no”.

    Peso muerto y otros mitos

    El peso muerto tiene muy mala fama en personas con hernia discal. Sin embargo:

    • Hecho con técnica correcta.
    • Progresando poco a poco con las cargas.
    • Adaptando el rango de movimiento.

    puede ser un ejercicio muy útil para fortalecer toda la cadena posterior (espalda, glúteos, isquios) y proteger tu columna.

    Al principio puedes usar:

    • Un peso muy ligero.
    • Una mancuerna en lugar de barra pesada.
    • Elevaciones desde una altura mayor para acortar el recorrido.

    Uno de los errores más frecuentes no es el peso en sí, sino la falta de movilidad de cadera. Si tu cadera no se mueve bien, es la zona lumbar la que paga el precio.

    Abdominales con rotación: no son la mejor idea

    Los clásicos abdominales con giro (crunch con rotación) suelen venderse como grandes ejercicios para “fortalecer el core”.

    Pero si tienes una hernia discal, no son la mejor opción inicial:

    • Combinan flexión y rotación de columna.
    • Aumentan la tensión justo donde menos te interesa.

    En su lugar, es más inteligente empezar con ejercicios que:

    • Estabilicen el core sin tanta rotación.
    • Entrenen la capacidad de mantener la columna estable mientras mueves brazos y piernas.

    Más adelante, cuando el dolor haya bajado y tengas buena base, podrás ir incorporando trabajo más dinámico si tiene sentido.

    Cómo empezar a moverte si tienes mucho dolor

    Puede que ahora mismo estés en un punto en el que:

    • Te duele casi cualquier cosa.
    • Te da miedo moverte.
    • La idea de hacer ejercicio te parece imposible.

    El objetivo no es que pases de cero a levantar grandes cargas. Es seguir una progresión lógica.

    Movimiento suave pero constante

    Un ejemplo sencillo de trabajo analgésico es caminar llevando un peso ligero en un lado (como una mancuerna):

    • Caminas unos pasos.
    • Intentas que tus hombros no oscilen demasiado de lado a lado.
    • Toda la musculatura paravertebral y abdominal se activa para estabilizar.

    Este tipo de trabajo:

    • Disminuye la sensación de inflamación.
    • Activa la musculatura profunda que protege tu columna.
    • Aumenta la sensación de control y seguridad.

    Progresión de cargas y estabilidad del core

    Con el tiempo, el plan debería incluir:

    • Movilidad suave de cadera y columna.
    • Ejercicios de fuerza básica (sentadillas, bisagras de cadera, empujes, tracciones) adaptados a tu nivel.
    • Trabajo específico del core, sin forzar rotaciones agresivas al principio.

    La clave es:

    • Progresar las cargas poco a poco.
    • Respetar los tiempos del cuerpo.
    • Evitar el reposo prolongado como “solución”.

    Y, siempre que sea posible, hacerlo acompañado por profesionales de la salud y del ejercicio que entiendan el dolor de espalda y la hernia discal desde esta perspectiva de movimiento y fuerza, no solo de inflamación y reposo.

    Conclusión: tu espalda no necesita reposo, necesita fuerza

    Si llevas más de seis meses con dolor de espalda por una hernia o protusión discal, lo que mantiene ese dolor no es solo el disco, sino la rigidez protectora que tu cuerpo ha generado por miedo y debilidad.

    En este contexto, el mejor antiinflamatorio para hernia discal no es:

    • Ni el reposo eterno.
    • Ni la pastilla que lo “adormece todo”.
    • Ni la infiltración que te quita el dolor un rato.

    Es un proceso de entrenamiento de fuerza, progresivo, adaptado, que:

    • Devuelva estabilidad a tu columna.
    • Te permita moverte con confianza.
    • Reduzca la rigidez y, con ella, el dolor.

    Recuerda:

    Lo más importante para eliminar cualquier tipo de dolor crónico de espalda es la fuerza: fuerza y más fuerza.

    Siempre con cabeza, con buena técnica y, ante la duda, consultando con tu médico y tu fisioterapeuta para adaptar el plan a tu caso concreto.